En la cola del paro

No es una cola cualquiera. No es ni la del cine, ni la del súper, ni la del perro de San Roque. Es la cola, la única cola que conozco, aunque bien pensando en mi país, llaman cola a lo que pega y en el tuyo, al culo pegado al final de la espalda. Esta cola me gusta, la del final de la espalda. La otra, en la que estoy, no. Aquí, los remendones, son los reyes. Los transeúntes, pagamos, apoquinamos, haciendo cola a diario. Cola por cola, no es cola al cuadrado: es una cocacola extraña y mutilada. Mutila sueños, aspiraciones. Aspiraciones y expiraciones. Somos muchos. Millones. Solitarios y solitarias. Pero yo me apunto a la cola, a la mejor cola del mundo. ¿La Reef? Tal vez…