Escribir por estas fechas

Diario IDEAL, 17 diciembre 2009

Ya sabemos que se acercan fechas señaladas, entrañables, familiares y toda esa retahíla de epítetos, a veces usados en exceso, para justificar un desenfreno de ‘riquiracas’ en las tarjetas de crédito. Pero en todo caso son inevitables: porque uno no es un ser asocial y porque las teles, en eclosión primaveral, te llevan de la mano a los mundos de ‘yupi’ ahora convertido en un ser gordo y rojo que a mí, nada me dice, dicho sea con todos los respetos y en estrictos términos de argumentación intelectual de la presente columna. No se me pongan levantiscos los ‘papanoéfilos’, aunque, por seguir, mi debilidad son los tres señores del oro, incienso y mirra.

Quería yo hablar hoy de ese viejo arte, que por otra parte se ha perdido gracias a la tecnología -que uso y defiendo como nadie-. Pero las felicitaciones vía ‘sms’ o por correo electrónico han devorado a aquel arte de ponerte una mañana, una tarde o una noche, al calor de los recuerdos de tus amigos y escribir unas palabras llenas de deseos sinceros en unas postales con motivos navideños.

Cierto es que no hay que esperar a que sea Navidad para sonreír, desearte lo mejor o tener un afable encuentro familiar -aunque esté preñado de cuchillos ‘yugularteros’-. No. Pero siempre es buen motivo, sobre todo en Navidad, para pararse unos minutos y escribir esas palabras que cada año repetimos pero en el otro, el que las recibe, tiene un efecto de aroma a recuerdo al ver tu letra -de puño y pulso- garabateada en el blanco níveo del interior de la postalica.

Este año, el que ahora aquí suscribe, ha decidido hacer dos montones: uno, el formado por aquellas personas que recibirán la postal vía electrónica. No son ni mejores ni peores amigos que los otros, porque este segundo grupo, otro, recibirá una postal pintarrajeada por mi letraja -criticada desde 5º de EGB por mis maestros- en honor y homenaje a una tecnología que nos ayuda mucho, pero que, más que me pese, no aporta ese toque esencialmente humano de una letras escritas en un papel.

Quede pues aquí mi deseo de que le des trabajo a Correos y a los estancos. Vete ahora mismo, compra un cajón de postales, un saco de sellos y mira tu agenda personal -que seguro que tienes- y allí estarán todas esas direcciones de seres queridos -en el algún momento de tu vida- que seguro este año, este puto año de la crisis de los ovarios -es menos fuerte que cojones- te lo agradece de corazón, quizá más que nunca, porque, tal vez, más que nunca, no se lo espera.

Es emocionante pensar que, una vez al año, no te escribe sólo el banco.