Filosofía zen

Ha caído en mis manos, por esos recovecos del destino, un libro de Jodorowsky, al que jamás leí antes titulado El maestro y las magas. En lo poco avanzado en la lectura hasta este momento (anoche sólo llegué a la pag. 50 antes de que mis ojos dijeran ¡es suficiente, miope creciente!), me "eché al coleto" varias e interesantes reflexiones sobre la filosofía zen.

Algunas son las frases en las que se resume este modo de ver la vida y entenderla: "hacer bien lo que se está haciendo", "abandonar la voluntad de poder", "practicar día y noche sin dormir" o "encontrar lo inagotable en el silencio del ego".

Me llamó poderosamente la atención esta otra: "no buscar la perfección sino la autenticidad".

Ya, alguien, allá por 1992 me dijo al revisar un examen (fue la primera vez en mi vida que lo hice y jamás lo volví a intentar) que "la perfección sólo radica en Dios".

Pues así es.

Somo seres imperfectos, incompletos,irregulares, que nos deterioramos, cometemos desaciertos, inexactitudes, descuidos,nos pone la chapuza, se lleva lo incorrecto, se premia al malo, se castiga al deficiente, te tragas lo defectuoso y si protestas contra el sistema, eres un anormal.

Todos estos sinónimos de nuestra imperfección para nada tienen que ver con la búsqueda de esa autenticidad.

Me reconozco y retrato imperfecto, ¡muy imperfecto!, lleno de grietas, complejos, vacíos y un millar de inconexas anomalías más; pero os aseguro que busco y rebusco ser auténtico cada segundo y en eso  "practico día y noche sin dormir".