Fotocontrol

Era la hora de fotocontrolarse. Las plantas debían recibir su sesión diaria de oxígeno humano. Las autoridades sanitarías habían advertido de que el futuro más próximo no era el más deseable para conservar las especies, aún vivas.

Los seres humanos se colocaban en filas, mientras las palmeras clonadas, controlaban que todos pasasen el fotocontrolador en orden y concierto. No había opción para poder excusarse. En un microsegundo plantíneano, la ser rubia se desgajó de la fila. Agarrando a la palmera clonada de su derecha por los dos cocos, avisó: o se rompe la fila o le rompía los cocos.

El resto de palmeras acoconadas, cedieron rápidamente. La chica, victoriosa, se agachó para atarse una zapatilla, momento en el que la palmera de su izquierda, la más alta y presumida,  aprovechó para estrellar un coco central contra su cabeza, en un certero lanzamiento.

El agua de aquel coco, blanca y espesa, acabó ahogándola.

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