Gladiadores

Estoy oyendo la BSO de "Gladiator" y me he teletransportado por arte de magia a África. Ese continente inabarcable, indescifrable que guarda los mejores secretos y enigmas de la Humanidad, ésta que anda enzarzada en romper, descomponer, invadir o borrar  Estados del "Mapa Mundi".

África llena de dunas que la acercan a la más grande las diosas jamás conocida, que la recorren esos hobres que como el viento llega sopla y se van, me tuvo en su seno hace ya unos meses.

Eldjem se presenta majetuoso en medio de una enorme e infinita altiplanicie. Allí, su enorme "coliseo" se puede ver a muchos kilómetros. Aquel recuerdo de hasta donde llegaron nuestros "hermanos mayores", los civilizadores romanos (aún seguimos bebiendo de su organización jurídica y fueron los inventores de eso que consigue que el agua llegue al grifo de nuestra casas),  bien merece, hoy, una breve entrada.

Allí murieron muchos hombres soñando con ser libres, con su "manumitio"  y la espada de madera.

Allí, en aquella arena, sangre mezclada con gotas de sudor negras, marrones, africanas… Sangre que me une más a un continente que otra que hace que me arrepienta de ser de donde soy.

Allí, los hombres luchaban  por poder ir sin cadenas. Aquí nos la colocan y en caso contrario te ponen en la nuca un pistola humeante con semen de huelguistas famélicos que se ponen los zapatos que le regalan todos los días.

Eldjem… me acuerdo de tí, de tu olor, de tus pasadizos, de tus túneles y arena. Eldjem, sigues en África y en mi corazón. Aquellos hombres y su permanente recuerdo por la libertad viven  en el ático que le construí en mi corazón.

Allí, las cadenas, las pistolas, banderas, políticos, banqueros, especuladores, cuyifas, burkas, cruces, hoces y martillos, bigotes, puños de acero, botas militares, se borran sólo con recoger en la mano un buen puñado de arena del suelo de Eldjem… de África