El director Michael Haneke ha tenido la brillante idea de hacre un remake de su Funny Games (1997) interprteda en aquella ocasión por Susanne Lothar  en el papel de Anna y Ulrich Mühe  en el papel de Georg. Este año, el 4 de julio, se estrenará la versión americana del mismo título, hecha fotograma a fotograma, siguiendo la original. Para esta versión es Naomi Watts la que interpreta a Ann y Tim Roth, el que lo hace con George.

Anoche asistí al pase especial para bloggers que la Warner ha organizado en Madrid como una acción específica de la difusión de la campaña de la película de Haneke. La iniciativa ha sido magnífica. Hay que felicitar al/la que se le haya ocurrido. La Warner ha buscado circuitos de información diferentes y más amplios que los exclusivos críticos cinematográficos habida cuenta de que el film no es apta para todos los públicos; así, además, se le da la oportunidad para opinar a personas que en sus blogs, también hablan de cine y que no están sujetos a los dictados de las grandes compañías. En el cine pasa como en todos los sectores. No nos engañemos.

La película, en V.O. subtitulada,  me resultó diferente. Haneke tiene un gusto por mostrar la puta realidad sin ningún pudor o complejo. Ya lo hizo en La pianista. La automutilzación de Isabelle Huppert es abrumadora.

En Funny Games, lo que no se ve, es lo que más impacta. Haneke juega con el espectador y con escenas largas, sus planos secuencia y los sonidos de fondo, el que está viendo la película imagina que está pasando, dibujando así un clima angustioso ya que es el propio espectador el que ve (no ve) la escena y los hechos. Cine explícito en estado puro.

Watts y Roth lo hacen fenomenal. Ella me gusta más. Sus mocos y lágrimas son reales. Los malos, pues eso: niños de cara bonita y muy malos o, tal vez, simplemente, humanos.

Tengo la versión de 1997 pendiente para ver en un dvd. Cuando la vea, dejaré aquí una crítica más global una vez que haya visto a Haneke a los dos lados del espejo.

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