Hoy estuve en Peal de Becerro.

Casi verano. 28 grados. Suave brisa con olor a primavera. Los campos llenos de verde trigo. Flores, amapolas, olivares inmensos, limpios, esperando florecer un año más. Y en un segundo, el detalle de un coqueteo entre la mano y la flor, diminuta, efímera, apenas visible.