John Blake y los Corregidores

La noche embargaba todos los rincones del pueblo. Los carros yacían en sus cuadras y los animales, bestias al fin y a la postre, aguardaban la llegada de la hora. Sabedores de que Él, antes o después, aparecería, bebían despacio en los pesebres. Sus dueños apenas si hacían ruido. La oscuridad era la eterna jugadora que jamás perdía una partida.

Y las bestias -caballos, acémilas, burros, perros, gallos, pollos…- seguían saciando su inagotable sed.

La mañana llegó y con ella, John Blake y sus cuatro adictos Corregidores. Él había pasado por aquel pueblo y los cinco lo averiguaron rápidamente. Las bestias aún desgustaban el amargo sabor hemoglobínico de la sangre de todos sus dueños.

*Foto: Siro Antón

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