La mujer que leía demasiado

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Era ella, así, sencilla, ligera, como una página de las eternas. Eternas tardes, eternas horas, eternos días para dejarse llevar a las lejanas tierras de donde no se regresara jamás.

Blanca era ella. Sus páginas blancas. Sus manos blancas. Sus pies lo eran. Eran blancos sus brazos y sus largos cabellos. Eterna vida para la nívea lectora.

Y blanco el frío de aquella habitación, repleta de nieve blanca, eterna, sin derretirse. Días completos, noches completas, años completos. Eternos momentos cosidos a los lomos de sus blancos saltos de página.

Saliva blanca, blanca sangre, velo blanco. Hasta el luto era blanco.

Aquella mañana del 23 abril, los expedicionarios en pleno siglo XXX, habían descubierto la momia de una mujer que, al parecer, sólo sabía leer. Una nueva herejía.

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feliz #díadellibro