La puerta

Apenas es perceptible la luz. Es casi imposible oír. Debes guiarte sólo por el tacto. Las paredes están cerca una de la otra. El pasillo es estrecho. Olor a cerrado, a clausura; incluso por una fracción de segundo me llega un leve recuerdo a tierra mojada. La humedad mantiene rígida mi espalda. Me asfixia la sensación de mareo.

He decidido dar el paso que falta. Con mi mano acaricio un pomo frío. Y llega la explosión. La luz blanca clava millones de alfileres en mis ojos. Antes de perder la vista, de tener una enorme mancha blanca que todo lo cubre, consigo verte escondida tras la puerta.

La puerta

Ese arco me era desconocido; sin embargo, la estela de pasos en la arena me dibujaba el camino.

La luz emergía del final… ¿o tal vez era fuerza? Simple deseo.

Escalas húmedas para entrar, para salvar, gota a gota, el muro invisible que separa el estar fuera, asido al frío, o permanecer dentro, preñado de calor.

La puerta se muestra como es: pétrea. ¿Plastilina moldeable?

Con susurros, el viento llegaba al semicírculo que la mantiene abierta erizando sus goznes, sus púas, sus cuarterones…

¿Me esperas?