Leer en soledad

Cuaderno de bitácora: día 4

Aquí en la nave, el día y la noche no existen. Debemos adaptar nuestras horas de sueño a un falso reloj que nos marca necesariamente el tiempo de descanso. Siempre que me acerco a este teclado, aprovecho que el resto de la tripulación, o descansa o realiza tareas de mantenimiento en el exterior de la nave. Son mis segundos de intimidad, de silencio, de reflexión, de unión con los recuerdos que vagan, como esta nave, por el espacio… casi sin rumbo. Ayer jugué al póker con mi otro ordenador.

Sin embargo en la cuarta partida, un movimiento suyo, me recordó a otra partida a otras partidas… aquellas que se juegan en papel… algo de lo que casi me he olvidado también. Con uno de aquellos libros, entre sus rodillas, pasé eso que se llamaba "verano" y que aquí, también ha dejado de existir.

Verde… casi olvidado. Los libros… ya no existen. Mis recuerdos… prisioneros en el espacio. Mi destino… en manos de un cuaderno. El regreso siempre es penoso… inseguro… expectante. Ahora recorremos un trayecto que ya hicimos… y si somos caminantes espaciales no hay camino que no se haga camino al navegar.