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2013Lo desconocido (II)
Diario IDEAL, 3 julio 2013
La semana pasada anticipaba mi reto de este fin de semana. Y hoy, fiel a mi cita y rompiendo el clásico arranque de julio con historias, más que con artículos, vengo a exponerte, querido lector, algunas de las conclusiones que he sacado de la superación de este reto. Sí, lo he superado. He cubierto los 110 kilómetros en 27 horas y 58 minutos y he sido de los 292 participantes, de los 450 dorsales, en llegar a la meta. No es fácil asimilar el cubrir de un sólo tirón ‘nonstop’ 110 kilómetros. Parece una burrada pero el ser humano es extraordinario y nuestro cuerpo es una extraña máquina que recuerda y acumula lo que le enseñes. Primera lección: la memoria de nuestro cuerpo. Bien entrenado, bien tratado y bien cuidado, llega hasta límites insospechados.
Casi 28 horas dan para mucho. Salir un viernes a las 11 de la noche y llegar el domingo a las 3 de la mañana, da para pensar tela. Lección segunda: tu cabeza, tu mente, es el principal motor de tu cuerpo. Si ella no funciona, el resto tampoco. En caso contrario habría abandonado. Lo tengo escrito en mi crónica de la carrera. Al menos pensé en abandonar varias veces.
Lección tercera: el miedo. Casi coronando Peñalara la carrera serpenteaba por la cresta de Claveles. El vértigo es mi problema. Me bloquea y me impide seguir. Si hubiese sido un entrenamiento, no habría coronado Peñalara. Me pegué a las piedras y no dejé de mirar al suelo hasta que me vi fuera de peligro. Me tragué todo mi terror a las alturas. Tenía que superar esa situación. Una vez más, el cerebro fue el autor de semejante paso.
Cuarta lección: la fuerza del grupo. Gran parte del éxito debo compartirla con mi equipo. De diez corredores, llegamos ocho, pero juntos, casi durante todo el recorrido, al menos el más complicado como eran los últimos 40 kilómetros, fue esencial. Solo no habría podido. Su aliento, el apoyo, el sentirte arropado es también parte de tus pirámide vital. Jamás llegas a la cima sin una buena base, y en este caso, estos amigos, compañeros y hermanos de honor, así me lo hicieron saber.
Quinta lección: jamás minusvalores una carrera. En montaña lo importante no es la distancia. Es el tiempo y el desnivel. Más de 5000 metros acumulados en positivo nos ofrece una fotografía de lo que hablamos. Subir más de la mitad del Everest. En mi caso, habría sufrido menos si hubiese mejorado mi preparación técnica que no física. La montaña es impresionante pero es muy cabrona y te puede dejar KO en cero coma.
Sexta lección: los pequeños detalles. Un reto de este calibre nos obliga a medir absolutamente todo los detalles. Desde el cuidado de los pies, hasta los calcetines, el agua, las provisiones, el calor, la fatiga, el viento, los bastones, las pilas del frontal, la gorra, las caídas, … todo. Los kilómetros están ahí. El desnivel también. Pero cuando aparecen las ampollas, te da un golpe de calor o te quedas sin agua, el riesgo de abandono es supremo. Yo, en el tramo de Peñalara a La Granja me quedé sin agua y me confié. Fue muy duro llegar. 8 kilómetros agónicos. A Javi lo dejaron KO las ampollas y Oscar no llegó por una caída. Todos íbamos físicamente preparados, pero en estos retos hay múltiples y numerosas contingencias y factores que pueden dar al traste con más de medio año de entrenamiento.
Séptima lección: los tuyos. Nunca antes sentí tanta fuerza al ver a los míos en meta, gritando y apoyando a todo el equipo. Mis hijos llevaban desde las 9 de la noche sentados en meta esperándome. Llegué a las 3 de la mañana. Cuando les pregunté por esa situación ellos me dijeron: ‘sabíamos que ibas a llegar’. Y allí estaban. Por eso levanté mis bastones en señal de victoria ante ellos. Papá lo ha conseguido, me decía mientras pisaba junto a Pedro, Miguel Angel, Lesmes y Carlos la alfrombra azul de meta. Aún no sé cómo gestionar tal avalancha de sensaciones y emociones.
Hoy me escribía Mayayo, un gran corredor de montaña, para decirme que disfrutara de esta primera ultratrail. ‘Vendrán más, pero ésta siempre será la primera’. Ahora me relamo de gusto al haberla acabado y más gusto me produce ver a mis hijos, una y otra vez, en meta gritando como posesos. Esto es lo más emocionante que me ha pasado, por ahora. Porque visto lo visto, oído lo oído y corrido lo corrido, me temo que esto no acaba aquí. Y tú querido lector serás testigo de ello. Te lo aseguro como que soy un nuevo ultracorredor.
Foto: Kataverno.com
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