Los hombres que no amaban los libros

Los hombres que no amaban los libros by vagamundos TAGS:

Diario IDEAL, 25 abril 2012

‘Cada mañana la misma rutina. Salir a cazar. A cazar en nombre de las pastas duras. Por esas pastas duras la Organización, ahora más poderosas y destructiva que nunca, se sentía dominadora de todos y cada uno de los rincones de las casa de su territorio donde la televisión había suplantado aquellas viejas estanterías en las que descansaban algunos atisbos de sabiduría popular. Pero los más viejos del lugar apenas recordaban su olor. En las calles, al anochecer, huestes completamente vestidas de rojo, salían a cumplir el mandato. Y él era uno de ellos. Su obligación exterminar el más mínimo atisbo de aquellas pastas duras y con ellas, arrancadas, sesgar el cuello de sus poseedores. No había la más mínima duda que la televisión, la ‘mesacamilla’, y la proyección sin cuartel de la nada intelectual podía someter a aquel pueblo a los designios históricos de la Organización que, día tras día, imponía su orden. Un orden que propugnaba el ensalzamiento de la inanidad pensadora.

El recordaba aquella frase que un día un antepasado suyo escribiera en las baldosas de aquella cárcel donde perdiera la vista y su dignidad: leer os hará libres. Aquella frase le costó que nunca más volviera a ver. Pero la Organización olvidó cortarle las manos. Y pudo seguir escribiendo. Aunque un día, tras colgarlo en una habitación por lo pies y dejar que unas ratas le comieran el escroto, ordenaron arrancar todos los azulejos de su celda, con innumerables leyendas. Jamás volvió a verlo. Ni pudo volver a leer nada de lo que aquel viejo loco había dejado garabateado. Así era y es la Organización. ¿Para qué leer? Con la tele y la dormidina que proyectan sus programas que elevan a los altares a todos sus hombres buenos, entre drogas, putas, y gintonics, era imprescindible acabar con todo lo que fuera pasta dura.

Y así transcurría su día. Día tras día. Hoy otro más’.

Pese a que mañana miércoles, hoy para ti querido lector, ya no sea el Día del Libro, quede aquí mi pequeño homenaje a un día que no debería ser sólo uno al año, sino todos. En los tiempos que corren donde se preconiza y se pone en valor la superficialidad y donde, al parecer, todo esta permitido, el refugio intelectual de una profunda lectura en el alma de un libro debe ser una medicina que te haga ser sabedor de que tu universo, el que disfrutas entre las pastas duras, es siempre la consecuencia del trabajo de un hombre o mujer que ha decido poner al servicio de la libertad, el crecimiento y el pensamiento del ser humano, ahora lector, todo su esfuerzo.

En estos tiempos que nos ha tocado vivir, donde los reptiles se pasean por las mesas de los políticos, las únicas armas que podemos usar contra su paupérrimo sentido de la vergüenza, o su exagerado arte para mentir, incluso catódicamente, porque ellos son así de falsos, la única esperanza que nos queda es poder navegar por las rectas líneas de un libro que nos aporte serenidad ante tanta tonelada de hez vacuna.

Por eso querido lector, que ahora articulas tu intelectualidad en este discreto rincón de papel no olvides que tu dignidad empieza cada mañana al verte en el espejo y al mirar de reojo, en el lomo de un libro. No dejes que los rincones de tu casa se extingan gracias al poder de la masa uniforme que proyecta la televisión. Serán entonces pasto dela Organización. La que todo lo puede. La que todo lo perdona. La que todo lo dirige. Es hora, con un libro en la mano, ora de papel, ora digital, de saber de qué color es tu bandera, la que colocarías en esa isla desierta si te perdieras o te escaparas a ella. Recuerda que la isla, la única, la que tú deseas, siempre debe tener una bandera. La que tú dibujes, la que tú crees. Pero nunca la que te den en una televisión o en un mitín. Esa libertad de crear siempre la hallarás en un libro.

Soy lo que leo. Eres lo que lees.

* Photo: Lon Ferguson