Mi bandera, tu bandera, su bandera

Diario IDEAL, 7 julio 2010

Reconozco que llevaba un tiempo en el que mi espíritu nacional se había ido de excursión con los señores del Imserso que se lo pasan genial en las zonas cálidas de nuestras costas, disfrutando de unas merecidas vacaciones tras su paso por una vida laboral más que sacrificada. Sin embargo y casi sin darme cuenta, tal vez contagiado por ese ‘al menos tenemos el fútbol’, ha salido de mí un ser al que ya no conocía o se me había olvidado que existiera. Sí una especie de pedrada en el espejo que me había dado para no ver reflejado en él a una persona que, al fin y al cabo, es y se siente español. No he sufrido nunca ni complejo patrio, ni ‘banderil’, ni idiomático ni nada que se le parezca. Ni tampoco por ser andaluz soy vago, inculto, chacho o me tiro los días siesteando tras el telediario de las 3 o viendo la bazofia de mesa camilla que ponen las teles públicas y privadas. De hecho, soy miembro de un grupo en Facebook que dice lo contrario.

Sin embargo, como digo, he caído en la cuenta de que, como yo, a millones de criaturas en esta piel de toro, cuando les mentas los colores nacionales se tiran a la calle o se asoman a sus tejados, ventanas, balcones y engalanan casas, bares, comercios, edificios completos con ese trapo tan arrinconado por los etnólogos endogámicos bautizados en nombre de ‘san boina’, que se llama ‘Bandera de España’.

Causa estragos -y jode a los enfermos de san boina- el hermanamiento que surge entre los portadores del retazo chillón: caras felices, pitidos desde sus coches, guiños y hasta ¡una caña más!. El efecto de la banderita ha conseguido que las tiendas vendan más y que hasta los maltrechos bares, tabernas, ventas, bocaterías, kebabs y el garito del tato, se llenen de gentes jaleando y compartiendo, por mor de evadirse de la puta realidad, unos minutos de pasión, sentimiento y solidaridad con once tíos que corren tras una pelotita que la joía encima hace extraños siderales y tiene nombre de videojuego.

Estos once tíos, millonarios y nada parecidos a nosotros, sin embargo son cada uno de su padre y de su madre; de los cuatro puntos cardinales de nuestra geografía llamda Hispania desde los romanos y sin embargo, juntos, bajo una buena batuta van camino de ser campeones del mundo. Un remendón dijo un día algo parecido en los territorios enemigos del capital y nos quedamos en tercera regional gracias a su ineptitud ‘batutera’.

Pero al margen de este grano en el culo que tenemos todos -y como grano, antes o después se va-, recorrer, por ejemplo, la realidad nacional andaluza -menuda definición imbécil y cateta- te permite ver miles de enseñas nacionales sin que quede atisbo de la citada definición parida por políticos diagnosticados de invalidez mental perenne producida por el efecto ‘agilipollador’ del cargo, sillón, sueldo, coche y chófer oficiales.

Al fin y a la postre mi bandera, tu bandera, su bandera es, nos guste o no, la mejor esencia de lo que nos une, nos define y nos identifica, que produce efectos balsámicos, motiva y hasta hace amigos en los cinco continentes. Y, además, es que unidos, seamos once o cuarenta y seis millones, podemos ser los números uno del mundo.

¡Joder! Y que aún no nos hayamos enterao… ¡manda jabulanis!

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