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2011Nos leemos al regreso
Diario IDEAL, 27 abril 2011.
Mientras la mitad de los españoles han recorrido las calles detrás de procesiones e imágenes religiosas, la otra mitad ha hecho como que descansa. Es mi caso. Soy de la segunda mitad. Hace muchos años que las manifestaciones de las que hablaba al principio dejaron de ser referente para mí. Por eso hago como que descanso. Pero esta vez ha sido -creo- verdad, o al menos lo he intentado ya que llevo casi un año y medio sin juntar más de dos días de descanso. O sea, sin parar.
He procurado dedicarme a lo que más me gusta: mirar la playa, entrenar y fortalecer mis vínculos paterno-filiales (no necesariamente por este orden), al margen de superar las 7 horas horas seguidas de sueño.
Por cierto no hace mucho oí que la buena medida del sueño son 6 horas para los adultos con unos 20 minutos de siesta. Quizá cumpla la primera parte de la premisa, pero para nada la segunda. De chico mi madre me regañaba siempre en vacaciones porque era imposible que me acostara a dormir la siesta. Siempre pensé, para qué dormir con lo interesantes que es estar despierto. Claro, mis progenitores se quejaban porque era como una especie de mono inquieto. Esa costumbre me dura, pero es cierto que en una sobremesa tranquila, como haya cargado el buche -extremo nada difícil de realizar- la sangre me abandona el cerebro para alojarse en la zona citada para ayudar a hacer la digestión. Y entonces llega Morfeo que te balancea en un melodioso paseo por sus entrañas oníricas y te pegas dos horas de ‘siestaka’ que no se la salta un galgo. No es un exceso literario, pero esto ocurre muy pocas veces. Y en vacaciones menos de lo deseado.
Pero este año arranqué con el firme propósito de intentarlo. No dormir la siesta, pero sí el de estar al menos durante casi todas las horas que esté despierto con la mente lo suficientemente abierta que me ayude a ‘resertear’ todos los conductos nerviosos que me tiene ocupado y preocupado tanto días al año. ¿Lo he conseguido? A medias… Afirman que para que eso ocurra hay que desconectar, al menos, de 30 días en adelante, extremo que me barrunto me lo dejan reservado para otra vida.
Y como quiera que llega el final de la hoja que me toca escribir cada semana, por mi parte sólo quiero desearte querido lector que hayas regresado a la lectura de esta columna. Eso significará que has ido, has vuelto y has cumplido con tu deber de seguir tirando pa´lante y que la carretera no te haya devorado.
Por mi parte, cuando estés por estas letras, piensa que ya he dejado de zanganear por alguna costa andaluza, refugio de neohippies y piratas del siglo XXI, donde no he juntado letra con letra. No es lo importante. Lo importante es que todos, los de este lado de la columna y los de ese lado, hayamos descansado y además lo haya sido, en paz -no descansar en paz que parece un finiquito-. O sea, tranquilos… sin prisas pero sin pausa.
No nos queda otra hasta el verano. Me gusta que nos leamos al regreso.
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