Parker, Alan Parker

Desde que un día, que ahora no recuerdo, mi padre me llevó al cine, ya desaparecido,  Asuán de Jaén a ver  The wall, Alan Parker, se convirtió en unos de mis directores favoritos.

A esta película le han seguido filmes como Arde Mississipi (¡fantástica!), El corazón del ángel (¡acojonante!),  El balneario de Battle Creek (¡loca!), The Commitments (¡genial!), o anoche,  La vida de David Gale (¡mentirosa!) estrenada en el año 2003.

Y digo mentirosa, porque Parker nos propone desde el primer fotograma un puro engaño. Un siempre excelente Kevin Spacey, hace de profesor activista y abolicionista de la pena de muerte en el estado de Texas (capital Dallas) que, tras un encuentro con una de sus alumnas aventajas (menudo cuerpazo el de Rhona Mitra), desencadena una serie de hechos que lo llevan a ser condenado a la pena de muerte.

Y es que sin necesidad de artificios o efectos especiales, un buen guión, unos actores, en general, muy bien (Kate Winslet, bien; Laura Linney, mucho mejor y convincente), el espectador cae en una red de sentimientos encontrados, cuyo origen es la moralina de «¡ves! eso te pasa por follarte a tu alumna». Pero, sin embargo, nada es lo que parece. Y Alan Parker lo consigue.

A mí me tuvo los más de 180 minutos que dura el metraje (más los insoportbales anuncios de Antena3) hasta casi la 1 de la madrugada esperando que se resolviese  la trama.  Fueron unos de los mejores destinos que le podía dar, anoche, a ese final sunday.