¿Qué pasará cuando ya no me acuerde de tí?

Es hora de salir a buscar una botella. Sin embargo, llega la Choni. ¡Mírala!,  enfundada en un globo de jaco que le está comiendo los hígados por segundos. Pero ella es feliz. Cabalga, la menos, tres o cuatro veces cada día. Otras veces me pide pelas para su viaje. Yo estoy pelado. Encima anoche me quedé sin cartones por culpa del Loco, que se meó en ellos.

La Choni era una tía legal. Pero un día, un cabrón con patillas de hacha, se cruzó por la acera con ella. Y ella, la gilipollas, se enganchó al patillas y a toda la cuadra de mierdas que traía detrás. Y hoy, la miro y me da pena. Porque sí; porque pese a ser un pringao callejero, tengo corazón. Ella no está ni pa un polvo. Pero sé que cuando era más joven, sus tetas eran mortales, sus uñas de acero y me han llegado decir que el culo lo tenía como una piedra. Y además, la chupaba de escándalo. Es lo que tiene ser callejero… un perro callejero. Uno se´ntera de to. Un día os contaré mi historia.

– ¡Qué! ¡Perro!, ¿me dejas que me siente a tu lao?

– Choni, sin prisas. Aquí te dejo un sitio.

Sentada a mi lado, me susurra lentamente al oido: Perro ¿que me pasará cuando ya no me acuerde de tí?