Reintegrado

Cuaderno de bitácora: día 13

Apenas puedo moverme. Mis dedos tartamudean con el teclado… apenas, levemente, puedo rozar las letras. MOL me llamó. Debí excusarme. Sin embargo yerré. Ante su humana -jactancia cibernética- presencia, me relató mis últimos minutos en la nave. Había detectado un enfriamiento repentino de mi intercomunicador compulsivo. Investigó… rastreó, radarizó toda la nave, hasta encontrar el chip injertado en las tripas de no sé qué extraño ser inanimado. Ordenó a dos de mis compañeros a extraerlo. Fue analizado. No tenía registro de mi actividad desde las 18.30 horas del día 12.

Sorprendido, justifiqué mi acción amparándome en mi permanente desasosiego corporal. Antes de emitir un juicio de valor, fue sometido a un reinjerto. Volvía  ser sajado y sin anestesia, el chip volvió a mi útero craneal. Me moví… pataleé… ese líquido negro y viscoso chorreba por mi espalda; salpicó a todas las lentes oculares que MOL tenía en la enfermería. Grité… en vano.

Regreso a mi orden numérico… a ser una criatura más en este nominado y huérfano Universo. Un enorme collar de puliuretano alumínico rodea, por seguridad, la incisión. -Así evitarás una nueva tentación- sentenció el padre que todo lo ve.

Sigo inmóvil… hoy no hay paseo, no hay miradas por la escotilla… nada. Me niego a comunicarme con mis compañeros.

Lo mejor será que me trague la lengua.