Rolling nipples

Hablaban aquella noche los viejos rockeros sobre si que fue antes, si el huevo o la gallina. Los Rolins o los Bitels. Mientras, cervezas iban y venían. Simpatía por los Stones cantaba Loquillo en el escenario. José María mostraba tupé, patillas de cuasihacha y un largo y estilizado traje negro. Lo coronaba un sombrero de ala estrecha.

– Y tú ¿dónde estabas en el 77?- me preguntaba aquella chica que bien se parecía a la chica de la tienda de patatas fritas del Tibidabo.

– En Barcelona ciudad. Mi novia tenía un camión que le hacía feliz; le escupía a todo bicho viviente que se le pusiera a tiro.

Simpatía por los Stones, simpatía por los Stones… seguía el loco cantando.

– Y ¿conoces a Isabel?, insistía la rubia.

– No; es decir, sí. Pero como le tatareaba, mientras le tocaba sus pezones rodantes, La mataré, se fue con Don Periñón y nunca más la volví a ver.

– Eso es que te crees un marido con miedo a volar.

– No; yo sólo vine aquí a probar el asiento de atrás de este cadillac. ¿Me dejas?

– ¡Troglodita!- exclamó.