Ruleta rusa

Ha llegado el día; soy un tambor vacío. Mi cañón aún humea desde ayer.

En este día me regalaré una bala. Una bala para alojarla en el corazón, o en mis manos, o en mis oídos, o en mis piernas.

Una bala que sea tan aleatoria como las casillas roja y negra de mi camisa, como el tambor que soy de este revolver.

Una ligera brisa amartilladora y disparo. Una y otra vez. Tambor semivacío.

Corre agujero tras agujero. Y al final, sin saber cómo ni cuándo, llega la bala.

Y es cuando, disparada, ya no hay marcha atrás.

Ha llegado el día en el que jugar conmigo es apostarse la vida en una ruleta rusa.

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