Sangría de destrucción masiva

El despacho oval siempre ayudó a generar intimidades. Aún quedaban restos de la última noche en la que el hijo mayor del Presidente, había esnifado coca sobre el monte de venus de Fabiola Speeling. El tubo de plata con las iniciales de G.W.G, delataba a su propietario y el uso del mismo.

Las braguitas blancas, simples, sin adornos, dos triángulos níveos, prendidos por sendos y casi invisibles hilos, y las letras bordadas en seda F.S. evidenciaban la pertenencia de los restos de fluido vaginal que exhibía el sillón de cuero tejano negro. El Presidente lo usaba para recibir al Secretario de Estado.

Sin embargo, aquella tarde, cuando Elisabeth Sue La negrita, la única responsable de limpiar el despacho, abrió la puerta, no pudo si no pensar  a quién le lanzarían aquellas cargas de sangría de destrucción masiva que las protagonistas compartían pasándoselas de boca en boca.

Nadie, salvo ella, sabría que Sarah Palin y Monica Lewinsky eran amantes.