Sherlock y el cojo Watson

Excéntrico, guarro y súper observateur -léase en francés- es el Sherlock de Ritchie, el post-ex reina del pop, Madonna mon amour -léase también en francés-. Watson, el doctor House -por cojo-, gentelman british, pareja de hecho del fanfarrón, sobrado, bruto, transformista, borracho, desaliñado, inventor y detective, es la otra cara de la misma moneda. Así se nos presentó ayer en el pase especial para bloggers, gracias Warner Bros, la última visión del clásico de Sir Conan -no el Bárbaro, sino Doyle- que nada tiene que ver con las viejas y memorables de Peter Cushing  que ponían los domingos por la tarde en la 2ª cadena de TVE.

No hay ‘elemental querido Watson’, ni pipas de retorcido diseño, ni gorras con orejeras. Hay acción, puñetazos, saltos, explosiones, efectos especiales, persecuciones al estilo ‘Heat’ en versión decimonónica, con un Puente de Londres en construcción que me fascinó. Excelente ambientación, un guión razonable -aunque tiene un bajón hacia la mitad del film-, diálogos acertados y un Robert y un Jude  que (se) roban planos por igual, hacen de esta peli una muy divertida, entretenida y recomendable visión para todos los públicos.

Quedan desdibujados los personajes secundarios, sobre todo Rachel McAdams como Irene Adler para la que habría elegido a una actriz con más pegada, fuerza y sensualidad (pienso en dos malas-pícaras rubias como Kate Blanchet o Tilda Swinton). Y el malo Mark Strong como Lord Blackwood que en ingún momento parece tan malo como lo pintan. El mismísimo James ‘Solomon’ Purefoy habría estado más malo y convincente.

Pero sales, después de 128 minutos, con un buen sabor de boca. Lo mejor, por supuesto, la casa del 221 B de Baker Street. Un infiennno para más de una que conozco.