Siguen siendo invisibles

Calíope venía hacia mí. Descalza. Ella siempre caminaba así. Sobre la arena, en el agua. Descalza. Sus pies eran silenciosos; dejaba pasos invisibles. Aquella habitación jamás naufragaría con nosotros dentro, gracias a su desnudez. Pies desnudos, manos desnudas, pechos desnudos… pensamientos desnudos.

Y sin embargo, todo fue tan efímero… tu desnudez, aquella habitación.

Palabras embarrancadas en una cuneta abrigadas por una noche lejana; y la carretera de compañera.

Ahora veo a Calíope caminando junto a mí.

Y ella, sus pies, siguen siendo invisibles.