Tarde de cubalibres

Son casi las 5 de la tarde. ¡Coño, qué hora más torera! La verdad es que sí. Van las gentes a estas horas resoplando a modo de toros que pegan sus cuartos traseros contra la tablas. Resoplan y rezuman… joé que caló, y eso que es 3 de marzo. Las gentes, por Jaén, miran al termómetro. ¡Ucha nene, 26 grados! ¡Lairgen… ¡este verano nos duchamos con cocacola! ¡Ja y lacituna perdía! ¡Joé que caló! Es todo un misal que se repite por cada esquina.

Esto que bien podría significar la dramatización de una conversación entre dos paisanos jaeneros, es la puritita realidad wey. Vengo caminando  por el caminito verde que me lleva a la oficinita, y parezco un astifino, negro bragao, recién llegado a chiqueros después de una corretá por la calle Estafeta.

Pffffffffffff. Soplo y me resoplo los bucles de la frente. Me paro en el semáforo de la Plaza de las Batallas y mientras espero a que el muñeco verde se ponga caminar -creo que anda bajo la astenia primaveral también por lo que tarda en cambiar de color… y eso que aquí abunda lo rojillo-, se cruza conmigo un paisano de los medios y me dice: ¿Qué, Fernando? Amos con la tarea ¿no? Ya -le digo yo-. Pa´la ofi a currá con la que está cayendo -asevero-. Con esta tarde de caló, hace de tó menos pa trabajá… deporte, paseo o mejor, to la tarde de cubalibres. Eso, eso, -respondo casi en un sobreactuado respiro acólito ante la falta de humedad en el ambiente-.

Nos despedimos con ese gesto tan típico de aquí: una levantada de cejas… taluego.