Tatuaje

La tinta decolora la piel, color desierto. Traza, con tiralíneas, la frontera entre antes y después.

Una herida, una marca, un marchamo. Te reconocen las cámaras de seguridad.

No podrás robar sin ser identificado. Es mejor una rodada en el pecho que un tatuaje en Venus, dice el noticiario.

Micro, de repente: 

La chica, despojada de toda vestimenta, enseñaba, sin pudor, muerta, su tatuaje. Los perros borraron casi todas las huellas, pero ella, pese a la cadavérica espera, dejó entrever sus colores al camillero. Tuvo una erección. La camilla perdía el aceite que suavizaba las ruedas. Él untó sus dedos. Engrasó el tatuaje y lo mezcló con el blanco deseo, mientras la miraba fíjamente a sus ojos.

Eran contracciones de parto.

Ella despertó embarazada hablando con San Pedro. 

El camillero se tornó eunuco. La puerta de la ambulancia hizo el resto.