Ya hemos acabado con la resaca futbolera. Recuerdo muy bien la Eurocopa de 1984. La verdad es que nada es lo mismo… ni aquella España metida de lleno en el cambio psoecialista, ni los jugadores ni tan siquiera la edad media de los espectadores -hay que ver la muchachada de Colón- . Ayer estuve viendo la retransmisión de Antena3 de la llegada de la Selección Española, o sea, España, y fue espectacular: las gentes, los jugadores, Luis Aragonés. Y de todo me quedo con unas palabras de Iker Casillas… esto viene bien sobre todo al país y a los políticos. Ramón Calderón, por ejemplo, dijo el domingo en Cuatro, tras el partido que -otra vez ellos- los políticos debían aprender de lo que nos une -el deporte por ejemplo-.

Nunca se vendieron tantas banderas de España o camisetas. Barcelona vibró; Bilbao pidió que regresara el equipo, que no juega en territorio vasco -España también- desde 1971 -así de patológica es la enfermedad xenófoba nacionalista- y en San Sebastián la poli de la boina, disolvió a los peligrosos manifestantes que portaban las insignias nacionales.

Salvo estos últimos estornudos endogámicos, todo un país ha festejado -dando ejemplo de civismo, unidad y deportividad en toda Europa- la victoria de un grupo de jóvenes que, por fin, ha provocado que nadie se avergüence de decir la palabra España.

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