Ya nada volverá a ser como antes

El loco viene a refugiarse junto a mí. Levanto el cartón; se arropa con los restos de la camiseta hecha jirones. Comienza a llover. No money my friend, repite como el séptimo avemaría de la cuarta estación de penitencia. Su mujer murió ahorcada por un rosario que pendía del cabecero de la cama. Su hija, después de montar y desmontar varias veces del caballo, había perdido los dientes y medio pecho en una pelea. Ahora yacía en el nido del cuco del hospital central para epilépticos de la gran peralimonera que era aquella urbe.

No money my friend, contestaba yo con ese acento caribeño que tenemos los del sur.

My friend… we are free, reflexionaba el loco. Oh yes, free, like a friyerieta, volvía a reponder yo;  y aquél se descojonaba de risa enseñándome las teclas de piano que gastaba por dentadura. Y el small cabrón, se meó en mis cartones. Aquella noche no llegamos a taparnos.

Me miré el antebrazo y mi tatuaje decía: Ya nada volverá a ser como antes.