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2011Yonki Yonka
Diario IDEAL, 27 julio 2011
Cierto es que podría sonar a nombre comercial de garito de copas o chiringuito de feria montado por ex-tunos juerguistas con ganas de recaudar fondos para mantener activos sus viajes para cepillarse a guiris sobre sus capas negras. Sin embargo, no es nada de eso. Es más bien, la dos caras de la misma moneda. Es como si una mujer fuera, rubia de día y morena de noche. La misma protagonista, pero en diferentes escenarios. Una recluida; la otra también. Ambas saboreadoras de un éxito, a veces incontrolado.
El final, de ambas, diferente también. Una, amante de las buenas dosis de drogas y el vodka, decidió salir de su casa una última vez. Con los pies por delante. Con una par. No de huevos, sino de ovarios repletos de soledad, gritos y abrazos de los fans. No va más. Se acabó el turno de apostar por un sorbito más en ese tapón rojo o desmenuzar sobre el espejo una rayita de polvo blanco. Tan asesina como la cal. La cal para enterrar a los muertos. La cal que aún se reparte para blanquear los negros presagios. Extasis, ésta no, ésta me gusta me la como yo.
Mientras, la otra, rubia, teñida, pero rubia al fin y al cabo, protagonista de sucesivos éxítos atados a una cinta rosa, no deja su casa sino es para salir siempre con los pies puestos en el suelo. Calzada y bien calzada. Los picoletos la acusaron de que la farlopa corría por su venas como ella lo hacía por la calle número 4. Siempre es la mejor. La calle; la número 4. No pensemos que por estar en la calle se es la más puta de todas las señoras. Hay señoras que son putas y no están en la calle, sino en los despachos de productores de televisión o reyezuelos de la política. Ellos -reyezuelos- la mandaron al cadalso para esconder la mierda que transportan pegada a su culo manchado de cal. Ellas, las de la calle, son currantas. Nada más que normales, corrientes y molientes currantas. Como ella. Curranta de día; tranquila y soñadora de noche.
Las drogas son así. Son amigas y enemigas. Son el yin y el yan. Al escenario puedes subir con varias copas de más y a la pista puede saltar con un chute de testosterona, pero allá puedes caer y romperte la crisma, y acá puedes que te inhabiliten para el resto de tus días y al final decidas acabar como aquel joven y rapado ciclista que en un soplo de mal de altura decidió ahorcarse en la habitación de su hotel. Como un cantante de rock. Como un actor. La muerte y la fama tiene el mismo tono recurrente. Incluso hay quien a la hora de morir elige estar cogido por un pañal para que no se te escapen los meados y abrazado a la muñeca que tu madre te regaló cuando aún tu padre te perseguía, cinturón en mano, llamándote ¡negro de mierda!
Yonki Yonka es un humilde y tierno homenaje a aquellas que deciden irse o quedarse. Triunfar o arruinarse. Con el pelo cardado o cogido con una felpa de niña de parvulario. Hoy ya no sabemos si lo que alimentan la prensa es la droga que a una se lleva o la droga que a la otra captura. Los programas del corazón son así. Como los ataques. Al fin y al cabo, el corazón siempre da mucho de que hablar.
Una, Yonki, ya tiene para siempre el corazón roto. Otra, Yonka, se guarda toda su rabia para demostrar que no hay yonkis en su vida. Ambas, reinas, ya tienen guardados sus respectivos lugares en el cielo. El cielo, ese lugar tan divertido, al que sólo los lelos creen que van los buenos. Los buenos no van a ninguna parte. Los malos son los que definitivamente dan el espectáculo celestial. Las estrellas son así. Nosotros sólo somos seres ignorantes e ignorados. Yonki Yonka es lo que pone.
Un chute por favor y a otra cosa mariposa.
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Cuarta entrega de mini relatos de verano.
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